lunes, 22 de marzo de 2010

León

Pensé que era extranjero. Venía caminando detrás mío, en medio del sendero entre las yungas de la selva húmeda.
Su cara denotaba su bondad. Su alma resultó ser tan tranparente como sus ojos.
Me regaló su sonrisa, así de la nada.
Al terminar de ascender por ese camino eterno hacia el mirador, lo ví ahí sentado, inerte, en paz.
Le saqué una foto sin él notarlo. Era parte de esa belleza que mis ojos contemplaban.

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