lunes, 16 de marzo de 2009

CONMIGO

Me sentí bien. Fue toda una aventura. Encontrar otra cosa, romper con la rutina, sentirme viva. Me reí de mí misma, nada me importó. Me divertí. Me conecté con parte de mi pasado.
En fin, me compré unos rollers.
Tenía unos antes cuando era chica, iba a una colonia de vacaciones y los fines de semana mi padre me llevaba al rosedal. Patinaba bien en ese entonces, disfrutaba al sol el aire libre.
Hoy todo cambió de repente. Me di cuenta de los años que pasaron y cómo, en gran parte, los desperdicié. Pero no me di por vencida. Intenté auto superarme a cada minuto, hacer piruetas con los brazos tratando de mantener el equilibrio y no caerme.
Y finalmente ocurrió. En el medio del rosedal, rodeada de gente, con mis ciento seis kilos, mi gran porte y con una musculosa de color rojo. Puteé (en inglés porque soy re fashion) y el golpe que me di al caer de traste repercutió en todo mi cuerpo.
Me sentí un pedazo de gelatina de frutilla.
No importó. Me quedé dos minutos sentada y me levanté sin la ayuda de nadie y seguí andando. Después me reía sola, porque realmente fue divertido y no me importó el resto. Estaba concentrada en lo mío. Además, previamente me había percatado que a muchas personas eso les sucedía y me hizo sentir parte del todo; alentándome a seguir adelante, extendiendo mis brazos, haciendo morisquetas.


“Levántate y anda”

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